Daniel THOUVENOT
Journaliste, Écrivain, Conférencier
El 13 de enero de 1950, el joven explorador francés Raymond Maufrais desaparecía sobre el río Tamouri, a los encierros del territorio del Inini, en Amazonia de Guyana. Desde mediados de noviembre de 1949, intentaba realizar, con la única compañía de su perro y uno equipamiento inadaptado una incursión imposible: congregar a Maripasoula sobre el Maroni en Guyana francesa en Belem a la desembocadura del Amazonas en Brasil. O sea un curso de cerca de dos mil de kilómetros a través del bosque en gran parte inexplorado en la época. Este reto inaudito incluía, cima de la dificultad, la travesía del míticos Montes Tumuc-Humac, y los aumentos y pendientes de decenas de rápidos y saltos impetuosos del Camopi, el Oyapock, Río Kouc y por fin de Río Jari.
Esta desaparición por eso trágica fue - sobre todo cuando el libro de a bordo del intrépido muchacho, recuperado por un Indio y entregado a las autoridades reveló las horribles circunstancias del drama - probablemente iniciadas el iadas través fierno erno el verde. del hombre, Edgar Maufrais, él mismo no había emprendido investigaciones, siempre estéril, sin cesar reiniciadas, a través del Infierno verde.
Con su expedición inacabada y cruel, Raymond había provocado, incluso en los más escépticos, sincera y legítima emoción. Edgar, le suscitó la admiración, a menudo el compasión de sus contemporáneos, destacados por la temeridad de este quincuagenario enfermizo, llevado en las pruebas por un amor paternal immenso. A pesar suyo robó la estrella a sus hijos, aunque su acción confirió al desaparecido la notoriedad póstuma que él nunca había conocido sonido vivo.
El curso amazónico de este hombre obstinado fue tan extraordinario, que hoy, la odisea de Maufrais siempre, figura entre los acontecimientos el más mémorables de la posguerra. Sobre todo para las personas quienes, distintos con carácter se han mezclado allí.
Entre la pequeña decena de Europeos que, durante doce años, pasaron el enlace para apoyar al padre valiente, fui el quién lo asistió el lo más mucho tiempo posible, en 1956-1957. Con Edgar Maufrais, participé, mientras que sólo tenía diecinueve años, a dos expediciones, cuya una - el más largo un venticuatro que haya creado - fueron tan agotadores que inéditos: el conexión Oyapock-Maroni, por el camino de los Eslabones, precedida de la ascensión de la Cumbre Tabular, y de una navegación forzada, solos, sobre el Tamouri. Nosotros conocieron durante estas pruebas la enfermedad, la angustia, el desaliento, el hambre, el cansancio y la fiebre, en resumen, todas las miserias que había aguantado seis años antes, al mismo lugar, Raymond Maufrais.
Cuando por fin, extenuados y torturados por un hambre gruesa, fuimos salvados por Indios, una única conclusión se imponía: Raymond Maufrais se había muerto. Pero el infeliz padre se solucionó nunca a admitir esta hipótesis, sin embargo el solo que podía avanzarse. Esta es la razón por la que, después de las dos expediciones que hice con él y que tendrían el, lógicamente, ser los últimos, Edgar Maufrais prosiguió su búsqueda absurda hasta en 1964. En vano.
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